Marcelo caminaba con la espalda completamente curvada, con la
vista baja y nunca saludaba a nadie. De hecho en la calle donde vivía sabían su nombre solo por una carta que un día fue a parar equivocadamente a la casa de enfrente. Esto daba para especulaciones, de los escasos vecinos que se interesaba por él, de que el tipo no trabajaba ni hacía nada productivo con su vida.
Marcelo había estudiado contabilidad en el colegio y luego de que muriera su padre, al cual nunca conoció, este le heredo su casa, algo de dinero y sus viejos discos de Swing. Antes de esto el nunca había sido fanático de la música sino más bien la típica persona que enciende la radio y se contenta con aprender las canciones del momento.
Pero ahora era distinto, empezó a escuchar Sinatra y Dean Martin. Empezó a imaginar siendo parte del Rat Pack y a añorar la época de las grandes bandas, a apreciar a Tony Bennett y Paul Anka e incluso a vestirse como los viejos Crooner. Un tiempo más tarde empezó a cantar en el living de su casa y pudo notar lo bien que se sentía cuando lo hacía.
Desecho la idea de escuchar nuevos interpretes y se dedicó primero a conocer la base. Durante cuatro años salió de la casa al trabajo y solo para lo estrictamente necesario, volviendo rápidamente a enfrascarse en sus discos.
Un día, camino al supermercado, pasó por fuera de una tienda de música y observó el anuncio de un disco que le llamó la atención. La carátula era sobria y elegante. No había duda alguna; tenía que ser jazz vocal. No resistió la tentación, entró y compró el disco. Ya en el supermercado, mientras hacía las compras, no podía dejar de pensar e imaginar lo que vendría en el disco. La impaciencia fue mayor y decidió irse ráudamente, camino a la salida encontró una botella de Shyra abandonada en un carro lo cual fue su única compra.
Al llegar a la casa, descorchó el vino y puso el disco. A medida que pasaban los temas y el intenso aroma del vino inundaba la sala, se largó a llorar. Lo que siempre había querido hacer, la forma en que siempre había querido cantar estaba en ese disco. Y no de décadas pasadas sino totalmente contemporáneo.
Después de un momento de desesperación, tomo la decisión. Junto el dinero que por años había ahorrado, dos maletas que lleno con sus discos favoritos y tres de sus mejores trajes y se decidió a emprender el viaje que lo llevaría a ser un gran cantante de big-band. No tenía idea por donde empezar, pero eso no era ningún problema para él.
Tenía 35 años, una alopecia incipiente y una pequeña joroba producto de años de caminar encorvado. Nunca se había propuesto nada en su vida y ahora con una meta que cumplir, por primera vez se sintió feliz de tener una razón para empezar a caminar erguido.