miércoles, diciembre 28, 2011

Capítulo Tres


Home - Depeche Mode

En un comienzo cuando me preguntaban porqué no quería entrar más a esa casa yo partía rehuyendo de la pregunta, dando excusas ridículas y finalmente tratando rápidamente de cambiar de tema. La verdad era simple y comencé a decirla cuando me percaté de que contar la verdadera razón hacía que dejaran de querer saber más y que eran ellos mismos los que cambiaban el tema.

Así que después de un tiempo comencé a explicar que la razón por la cual no quería volver era simplemente porque de esa casa me había echado, después de terminar conmigo, la única mujer que creía haber amado. Y esa respuesta tan cierta como cursi y tan sincera como vergonzosa hacía que la gente se incomodara y dejara de molestarme.

Yo había llegado a esa casa, dos años atrás, luego de contestar un anuncio que encontré en la universidad. En esos momentos estaba en mi último año universitario, había terminado una práctica laboral de verano y como me encontraba con algo de dinero creía que podía irme a vivir solo, terminar mis estudios en los dos meses siguientes, encontrar trabajo y encaminar mi vida. Básicamente buscaba independencia y quitarme el aburrimiento que estaba sintiendo durante esos últimos meses. Era los buenos años en los cuales con una pequeña cantidad de dinero uno creía que podía encaminarse hacia el dominio mundial.

Recuerdo haber llamado por teléfono para consultar si la pieza aún se encontraba disponible y ahí me contestó Carolina y me dijo que sí y que si quería podía ir a verla al día siguiente y yo desde ese momento comencé a idealizar su voz, a la persona, al lugar y de paso mi futuro. Al día siguiente estaba tan nervioso que incluso, y esto es algo que nunca le conté a nadie, me equivoqué de dirección y terminé preguntando por Carolina en el número 299, pero de la calle anterior a la que correspondía.

Cuando llegué a la puerta correcta y ella abrió le respondí su sonrisa de bienvenida con una sonrisa/mueca que hice tratando de hacerme el interesante y que al parecer por su cara no cumplió su objetivo.

Me gustó inmediatamente (aparte de ella) el orden de la casa. Era un día caluroso para  los estándares de Concepción, pero ella usaba su bufanda artesa que tanto me gustó en ese momento y que después llegué a odiar al encontrar que no combinaba con ninguna prenda de su closet.

La casa tenía tres pieza y en ese momento tenía dos desocupadas. Me contó que hace poco se habían ido sus dos  hermanas mayores y que necesitaba co-arrendar si quería seguir viviendo ahí. Yo le dije que me interesaba y que si le parecía bien me podía cambiar al día siguiente. Ella me dijo que sí, me estrecho la mano a modo de cerrar el trato y diez minutos después yo ya iba camino a la casa de mis padres a buscar mis cosas, totalmente embobado y creyendo estar enamorado.

De eso ya han pasado dos años y por la casa pasaron más de diez arrendatarios incluyendo a Carolina que según supe se había ido hace unos meses atrás. Ahora estoy una vez más ahí con Marcelo y he tratado de evitar visitar la casa, porque tal como dicen mis amigos suelo atormentarme más de lo normal, y estar en ese lugar activa mi melancolía de una manera extraña.

Ojalá este Lucas - me dice Marcelo sacándome de mis pensamientos.

Debería estar, me dijo que estaba preparando una presentación o algo así, que por eso no se podía juntar antes con nosotros, pero que pasáramos a verlo.

Avanzamos por el jardín y antes de tocar la puerta esta se abre para dejarnos entrar. Marcelo me mira y yo siento que me quiere decir algo, pero agacha su mirada y entra primero a la casa. Yo lo sigo, cierro la puerta y siento el mismo olor a cigarro y cerveza que  tanto me molestaba los últimos días que viví ahí.

Me saco mi mochila y la dejo en el sillón. De pronto otro olor llama mi atención y antes de darme vuelta ya se de quien es.

Hola Rodrigo - me dice alguien saliendo de la cocina - y ahí la veo, con su misma sonrisa y su maldita bufanda llena de motas.